Periodistas
caribeños asumen dirección de diario El
Tiempo en Nueva York…pero no logran revivirlo en la década del 70 (En Las Memorias de Don Godo-14)
Por Luis Godofredo
Pichardo/Editor de PNS Noticias Blogspot/ & Revistas Nuevo Mundo / &
Ventana Católica
El entusiasmo invadió el espíritu de decenas
de periodistas que íbamos a trabajar en el remozado periódico El Tiempo, nueva
dirección, nuevos propietarios y nuevos periodistas, y hasta maquinaria nueva.
Comenzó un nutrido personal a laborar en la
nueva administración de Adán Sánchez Reyes, recuerdo que el grueso del personal
alcanzó los 84 miembros en una ocasión, y estábamos construyendo un nuevo
periodismo continental, dada la composición del equipo humano que estaba
laborando en su sala de redacción.
La mayoría de los periodistas era de cubanos en el
exilio, Con una amplia formación profesional y con un criterio bien elaborado
de la empresa que teníamos en nuestras manos.
La redacción para la prensa escrita es el género del periodismo impreso |
El director del diario, lo era en ese
entonces Laurentino Rodríguez, un veterano periodista cubano que había
batallado en todos los frentes, el subdirector Mario Ciria Jr., otro periodista
capacitado y fino escritor de temas políticos, era hijo de una lumbrera del
periodismo cubano, que llevaba su propio nombre.
El jefe de redacción era Armando Liberta,
otro veterano del periodismo continental, dejó el cargo que tenía en Prensa
Unida Internacional, (UPI) para trabajar con nosotros. Distintos periodistas
cubrían los departamentos o secciones del diario de la mañana.
La cantidad de ejemplares se había reducido,
Cuando el tabloide se editaba en la calle 14 pudiéramos hablar de 500 mil
ejemplares, contaba con una distribución multiestatal y bien organizada. En
cambio, cuando lo editábamos en la 84 y
Broadway, podríamos hablar de 100
a 125 mil ejemplares, se imprimía en una prensa de Long Island y había que cerrar la edición
más temprano que otros diarios que también se imprimían en la misma prensa,
pues los compromisos de impresión eran muchos y había que cumplir con todos.
La redacción de El Tiempo en Broadway se parecía en algo a una sala
concurrida de las Naciones Unidas, que a propósito su sede quedaba
relativamente cerca de nosotros. La
ONU tiene su oficina principal en la Primera avenida y calle
42, al referirme a la ONU,
lo hago como marco de referencia, el bullicio y el movimiento era constante y
corre corre permanente, en el gran salón que ocupaba la redacción.
Al momento del cierre, todos los periodistas estaban en una
especie de “lugar…descanso”, menos los
fotógrafos. Los cuatro hombres que más
trabajaban en el cierre de edición eran el director, el jefe de corrección, el
jefe de redacción y el titulista.
Señalé antes que la batería de El tiempo en ese momento
llegó a contar con 84 miembros, entre los que se destacaban los reporteros de
la calle, los fotógrafos, los agentes publicitarios, y un elenco de de
secretarias digitadotas que trabajaban en las maquinas IBM componer que siempre tenían algo que colocar de último
momento.
Bendiciendo hoy la edición de mañana. Antes de que saliera el mensajero hacia la imprenta con el periódico debidamente
programado, se hizo costumbre una ceremonia
de bendición, la que nunca llegué
a ubicar si era santería, o quizás de la
religión católica.
Un reducido número de periodistas y otros
armadores en el periódico nos reuníamos alrededor del director, quien tenía
oficina pequeña y en su escritorio un frasco lleno de un perfume, que rociaba sobre el sobre donde estaba el
periódico ya diagramado y antes de salir para la imprenta entonaba un cántico
poco perceptible y daba dos o tres
vueltas y golpes en la pared, alrededor
nuestro y ahí comenzaba una ceremonia alegre, pues entendíamos que se había
cumplido con un deber y lleno de satisfacción emprendíamos el camino hacia el
hogar.
En esa época tuvimos unos días de
sobresaltos, pues unos vagos del exilio se dedicaron a lanzar amenazas por
teléfonos de que iban a quemar el periódico con todo el personal dentro, pero
no pasó de un chisme entre grupos rivales del mismo exilio, unos estaban
cautelosos, otros asustados y los cubanos que conocían sus propias se mofaban
de las advertencias.@
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