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lunes, 24 de noviembre de 2014



Mi amarga experiencia en La Tabacalera de Santiago (27)
Por Luis Godofredo Pichardo/ Editor de PNS Noticias/  Revistas Nuevo Mundo/ & Ventana Católica. /Blogspot
  Transcurría el final  del año 1982, y todavía no había sido nombrado por el presidente
Este es el viejo edicio de la Tabacalera donde trabajé por once meses
Salvador Jorge Blanco, que fue  electo presidente constitucional el 16 de agosto del mismo año, pero no era por falta de voluntad del mandatario, el 15 de agosto, un día antes de juramentarse me preguntó junto al colega Humberto Olivieras, en donde me gustaría trabajar dentro de su administración, esa pregunta me frustró y me sorprendió, puesto que yo había acordado con Salvador, el candidato presidencial, un cargo en la ONU, en la Delegación diplomática de la RD, si el ganaba los comicios.
  La historia comenzó de esta manera: Yo residía en Nueva York, desde hacía muchos años y ejercía el periodismo allí. Tenía una oficina establecida con más de diez años de vigencia y en uno de los viajes promocionales que el Dr. Jorge Blanco realizó a la gran metrópoli, me contactó a través de unos de los dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y me mandó a buscar para que fuera a verles en el hotel donde se hospedaba.
  En ese encuentro, un saludo de rigor, y me preguntó por mi familia, de inmediato, entró en materia,  porque tenía mucha gente en la antesala que quería hablar con él. Me dijo,  como ve mi candidatura, y le respondí sin titubeos, muy bien doctor, y estoy convencido de que usted es el  próximo presidente, entre otros dirigentes estaban presentes: Rabel Trinidad, Román Rodríguez y Cotubanamá Dipp.
El presidente Salvador Jorge Blanco, a quien siempre admiré y sigo reconociendo como mi líder político
  Me dijo,  te necesito junto a mí;  y le respondí, cuente conmigo. Me voy de regreso al país cuando usted me lo pidas. Estando convencido de que íbamos a ganar las elecciones, aproveché otro viaje del Dr. Jorge Blanco y le comuniqué que estaba listo para regresar y me respondió que contara con él en todo.
  Regresé de Nueva York  en plena campaña electoral y me integré de inmediato, a realizar el trabajo que yo sé hacer, a escribir y perifonear por la radio y la TV a favor de nuestro candidato.
  A las pocas semanas, Salvador me mandó a llamar y en su residencia de Santiago, me preguntó que cómo me sentía y que necesitaba. Le respondí que me sentía feliz trabajando por el futuro presidente de nuestra nación.
  Volvió a preguntarme que necesitaba para mí y mi familia, le dije, presidente, traje un dinerito y con él me estoy desenvolviendo y cuando puedo ayudo a algunos de los compañeros. No tienes que gastar tus ahorros, voy hablar con los muchachos para que te asignen una ayuda,  le dije de nuevo, no compañero, mejor que se utilice esa ayuda en la campaña.
  Ahora bien, compañero, quiero dejar claro con usted,  que vine ayudar en su campaña, pero si usted gana, como va a ganar, yo aspiro a que usted me designe en la Embajada dominicana antes las Naciones Unidas, y deseo que me dé la seguridad ahora, porque si no cuento con eso, tendría que volver a mi oficina en Nueva York. Pichardo, eso es un hecho, un compromiso, tú crees que vamos a ganar, eso lo tengo por seguro.
  El 15 de agosto cuando ya los vehículos tenían los motores encendidos rumbo al Palacio Nacional, junto a su esposa doña Asela, nos instó al colega  Humberto Olivieras, y a mí a que le dijéramos rápido sobre nuestras aspiraciones.
Donde queríamos ser designados, ya anteriormente me había dicho que le diera una oportunidad, que no podía designarme en la ONU, porque tenía muchos compromisos, con gentes que hicieron grandes aportes, pero que contara con un cargo en el exterior en los próximos meses.
  Presidente, yo voy donde usted me designe, Humberto, le dijo que quería estar cerca de él en la capital. Asela, dame una libreta, y escribió un mensaje a José Cabrera, nos instó a que le visitáramos y que nos nombrara en los cargos que nosotros aspirábamos, nos invitó a la juramentación, diciéndonos mañana nos vemos en el Palacio.
Cuando llegamos al despacho del politólogo, nos dijo,  que Salvador era el presidente en el Palacio Nacional, pero no era dueño de los cargos públicos de La Tabacalera u de otros departamentos de la administración pública.
  Regresamos con las manos vacías del despacho de Cabrera, pero le ofreció a Humberto un puesto en Radio TV dominicana de reportero, cuando el colega  Olivieras fue allí y vio lo deplorable de la situación,  salió huyendo, luego fue designado en el Banco de Reservas, en el Departamento de Publicidad y Relaciones Publicas.
  Yo regresé a Santiago y me mantuve tranquilo y sereno, en un próximo viaje del presidente a la ciudad,  preguntó que si yo estaba trabajando en La Tabacalera, como el había ordenado, le informaron que no me habían aceptado como director de publicidad.
  Como de costumbre yo estaba tomándome mi cerveza en el restaurante Antillas de la 30 de Marzo y de pronto llegó Pedrito Jorge, sobrino del presidente Salvador Jorge Blanco,  y me dijo, Pichardo, vamos, que el presidente te mandó a buscar.
  Cuando llegamos a la casa Salvador,  estaba un poco agitado y rápido como siempre, me dijo, Pichardo, como estás, bien, presidente, a Dios gracias.
  Que fue lo que pasó con el cargo que te dí, bueno en la Tabacalera me dijeron, lo mismo me dijo José Cabrera, que usted no era el dueño de esa empresa y que ese cargo lo tenía un honorable de Vella Vista, el músico Papín Feliu.
  Estaba con nosotros José María Díaz, que era diputado y cercano colaborador del presidente. José María, quiero que vaya mañana con Pichardo a la Tabacalera y me lo instale en el cargo, cuente con eso presidente, y al otro día cuando llegamos, había un mamarracho mocano,  de administrador y  se armó el  avispero, todo cambió y se multiplicaron las atenciones, pero me humillaron y me convencieron para  que tomara un cargo de subdirector de publicidad exterior.
  Le dije a Tilía, que para no mortificar más al presidente  iba a tomar el cargo por dos o tres meses, no cumplí, llegué a cerca de once meses, me trataron con mucho respeto, pero me aislaron totalmente de la directriz principal. Desde que asumí el cargo de segunda categoría,  hice saber que ni me interesaba el dinero del sueldo y mucho menos la asignación de cigarrillos que daban a todos los funcionarios.
  Como quiera, me enviaban los cartones de cigarrillos a mi oficina, lo tuve regalando a una familia pobre en el ensanche Bolívar y  a otras personas necesitadas, el salario lo distribuía entre un grupo de compañeros y personas necesitadas que me visitaban los días de pago. Me seguía manteniendo con mis propios recursos.
  Mi paso por la Tabacalera fue un vía crucis y un infierno a la

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