La posición de las potencias occidentales es confusa y un poco extraña. Las sanciones económicas son un arma poderosa, es cierto, para disuadir a los gobernantes autoritarios y dictadores, pero cuando se trata de guerra fraticida, como es la que se desarrolla en Ucrania, la diplomacia no puede ser timorata.
No se explica, al menos en el mundo exterior, fuera del conflicto, que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), no haya podido ingresar a Ucrania como miembro activo, cuando incluso solicitó su matrícula, cuando la guerra aún no había comenzado.
Pero otra sorpresa la constituye el que la Unión Europea, tampoco se haya interesado en ingresar a Ucrania al conjunto de los 27 que forma la Comunidad Europea como potencia indivisible.
Está en marcha una campaña bélica de parte de Rusia que parece busca la extinción del pueblo de Ucrania como nación europea, al tiempo que su poderoso ejército faena con la aparente intención de ejecutar un genocidio, que recuerde la fatídica II Guerra Mundial.
La ambivalencia de la Casa Blanca con una postura diplomática frívola que recae más en la decisión de los socios europeos, que en los propios Estados Unidos, está minando la confianza de los occidentales en las fuerzas militares, tanto de Eurpa, como de Norteamérica.
Un viejo refrán nos enseña una lección de vida histórica o contemporánea, al enemigo no se le puede amenazar, hay que enfrentarlo con todos los recursos disponibles, y la rapidez es un factor determinante.
Pudieras ser que los países europeos junto al continente norteamericano tengan la razón y que las sanciones sean efectivas a largo plazo, pero el problema fundamental es la espera en una nación donde mueren actualmente, niños, mujeres, ancianos y se destruye su patrimonio histórico-cultural milenario, sin poder defenderlo, con la seguridad de que podrían vencer las fuerzas del enemigo.
Esa es la situación de la guerra de Ucrania frente a Rusia, primero que los ucranianos ni la buscaron, ni la provocaron, pero en términos de pérdidas humanas y materiales, lo que están cargando pesado es el Estado ucraniano, no por falta de valor de militares y civiles de Ucrania, sino por la superioridad del ejército invasor que es siete veces mayor que el de Ucrania.
El mundo civilizado clama por un alto al fuego y por detener esa invasión rusa a una nación amiga, pero que se niega a que un dictador todo poderoso quiera anexarse su territorio y doblegar al legítimo gobierno de Ucrania y humillar a su valiente pueblo y ejército defensor. Ya se reporta una estampida de refugiados de tres millones que salen a pulular por el mundo, con la intención de salvarse de una muerte segura, pero con un futuro incierto. ( PNS).
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