Confabulación
Constitucional en República Dominica: Despojan
de nacionalidad a descendientes de extranjeros nacidos en territorio dominicano
La Metralleta/ La Columna de Don Godo
El adefesio jurídico que significa la
sentencia excluyente del Tribunal Constitucional dominicano el pasado 25 de septiembre,
es una vergüenza para jurisprudencia dominicana, y un escarnio para el
patriotismo y la soberanía nacional.
Desde hace algunos años se viene
desarrollando un movimiento subterráneo que encabeza el jurista doctor Pelegrín
Castillo, diputado al Congreso Nacional por el Partido Fuerza Nacional
Progresista ( FNP) e hijo del maléfico abogado Marino Vinicio Castillo, éste
último defensor de todas las causas negativas en el país, actualmente
presidente de la FNP y director de Ėtica del gobierno dominicano.
La burocracia judicial dominicana representada a nivel constitucional |
De Vincho Castillo no hay mucho que
argumentar, con la misma madera que sus hijos es capaz de servirles al Estado,
a los clientes de su bufete sin importar su procedencia o sus delitos.
Es decir, que un día lo encontramos como
asesor de estupefacientes del gobierno y otro como representante de la ética
nacional. Así en su papel de abogado del demonio, lo mismo le da defender a un
traficante, que a un funcionario corrupto del Estado.
Un verdadero farsante, recientemente se le
pidió que rectificara su declaración de bienes al fisco nacional, donde había
declarado tres propiedades y eran ocho, pero su respuesta fue acusar a
periodistas y políticos de varios entornos de ser enemigos del gobierno, una
defensa floja y poco sostenible, pero como disfruta de las mieles del poder
todo se queda entre los panales que producen la miel.
Campaña xenófoba. La familia Castillo tiene un gran parecido con las “zagas” mafiosas que
filman películas y serie televisivas contentivas de temas y vivencias de la
mafia genuina.
Sus historias son fantasmagóricas y sus
defensas personales y patrimoniales deslindan con la existencia de sus propias
vidas. Es decir, ellos, el clan familiar, se autodenominan una casta exclusiva,
como si vivieran en otro planeta, y no en una sociedad demagógica que ellos
mismos han ayudado a construir.
Pero como ciudadanos de una media isla,
subdesarrollada por demás, se le perdona
el síndrome del isleño que cree que todo lo que le rodea es lo único que existe
en el mundo, con calidad, en cantidad y novedad.
No se entiende como una familia dominicana
más común y corriente, con la negritud detrás de la oreja se quiera erigir en
juez y causa de una situación latente en el corazón de la sociedad dominicana
desde tiempos inmemoriales. El bueno de Pelegrín ha manifestado una fobia
especial contra la comunidad haitiana radicada en República Dominicana, desde
los tiempos de la invasión de 1822 que se extendió hasta el grito de
independencia en 1844.
Ciertamente, Pelegrín, con odio racista no vivió aquella época, pero su
padre que es un ratón de biblioteca, al igual que él, debe conservar muy buena literatura de la
invasión haitiana del siglo XVIII. Pero
si escasea o no existe esa literatura sólo debe recordar el clan Castillo, que
los dominicanos compartimos con Haití la isla que se convirtió en nuestro
hábitat desde que existimos como conglomerado social.
La hipocresía
de Roberto Rosario. Afirma el
presidente de la Junta Central Electoral
(JCE) que la sentencia del
Constitucional del 25 de septiembre no le resta derechos a los inmigrantes.
Cualquiera que lo observe con su vestimenta protocolaria puede pensar que son jueces probos e independientes, pero, son teteros de la vaca nacional |
Sin embargo, el mismo mamotreto del Tribunal
Constitucional, recomienda listar a los ciudadanos extranjeros hasta el 1929, y
los que poseen su ciudadanía por haber nacido en nuestro territorio que se le
despoje ella, con la agravante que incluye a los miembros directos de la
familia.
Recomienda hacer un segundo listado que
tendría que ver con documentos falsos para fines de inscripción, cedulación o
partidas de nacimientos. Todo ello constituye una burla y un abuso de los
jueces farsantes que integran el TC. Y hay que ir más lejos, el presidente, de dicho
organismo constitucional es un tipejo que se ufanaba de decir que era
discípulos de José Francisco Peña Gómez, y hasta el día de la sentencia se
creía Milton Ray Guevara, era dirigente o militante perredeísta, pero no, el
poder, la corrupción, la ambición corrompe, y en la justicia dominicana todo se
compra y todo se vende.
Con relación a la hipocresía de Roberto
Rosario, sería bueno que un panel independiente lo investigue, porque podría
esconderse detrás de él un haitiano indocumentado, el rumor público apuesta que
él es
descendiente directo de haitiano y de que su abuelo era un ciudadano de Haití,
no puede afirmarse nada sobre esta información, pero la veracidad en los cargos
públicos y en la conciencia de los ciudadanos es algo que debe de primar.@
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