Para escribir de las penurias y la vida azarosa de la sociedad haitiana del siglo XXI, tenemos que dar marcha atrás a la historia y ubicarnos en la postrimería del siglo XVII, cuando Haití fue colonizado por Francia, y en agosto del 1791, comenzó un Movimiento revolucionario independentista, dirigido por Jean Jacques Dessalines , capitaneando a los esclavos haitianos que empuñaron las armas y el 1 de enero de 1805 declararon la Independencia, derrotando al ejército francés y tomando el mando el general Dessalines.
La vida paupérrima y traumática del pueblo haitiano se ha convertido en una cultura desde hace algo más de 200 años. Y como cultura al fin, se convierte en un hábito negligente y perjudicial al desarrollo, humano, económico, político y social.
En la época colonial Haití era productora de azúcar de caña y madera exportable. Los franceses se aprovecharon de la colonia de esclavos, lo explotaron, se llevaron sus riquezas naturales y les dejaron el trauma sw una colonización frustrante e indeseable.
Ahora enfoquémonos en el Haití del 2022, no tiene mucha diferencia con el Haití colonial o el independentista,
Un subdesarrollo crónico, una educación con un nivel muy bajo, una economía mediana, aburguesada y de origen rural y que encabezan los hateros del siglo pasado.
Haití ha sido destrozado por terremotos, huracanes y epidemias, en las últimas décadas, con una política ambivalente crónica y con un sistema de ingobernabilidad en ascenso.
Trazado este aterrador escenario, qué pueden hacer los ciudadanos haitianos de buena voluntad y patriotas independientes, trabajar incansablemente por el desarrollo integral de su sociedad y su nación, dejar de pensar que la inmigración masiva es la panacea a sus problemas y entender que los países ricos lo soltaron en banda para que modenicen y restauren a un nuevo Haití hacia las perspectivas que plantea la cesta de problema del presente siglo. ( PNS).
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