La Chapiadora y el Fabulista
La chapiadora. Esta es una historia real entre comillas, porque existió, pero ha sido difundida erróneamente. Es el caso de una joven mujer que viviendo en el Municipio de Altamira, en la provincia, Puerto Plata, RD, se trasladó a una comunidad cercana a Santiago de los Caballeros, en busca de mejoría, era pobre, pero ya no lo es, según me contó el fabulista de mi vecindad.
El bueno, de MG. Este personaje, trabajaba como empleado en una empresa procesadora de asfalto, conoció a la chapiadora y formalizaron una excelente relación, hasta tal punto que se convirtieron en amantes por pura necesidad. Ninguno de los dos personajes es atractivo, el viejo verde y financista de la chapiadora, es descuidado en su presentación personal, y luce un hombre anciano, aunque es relativamente joven.
Una vida de lujo y placer. Los Informantes de esta historia caricaturesca, señalan a MG, como un magnate del acero, y le llegaron a apodar el “Sr. Estrella”, relacionándolo con un multimillonario local de la industria de la construcción.
Los millones de Chaflán. A partir de aquí la historia del hacendado y la chapiadora toman otro color. Entra en juego un hablador incansable y fabutista por excelencia. Se trata del Fabulita GL, un hombre que no da su brazo a torcer. Le encanta el chisme y se alimenta cada vez que recibe nueva información de otros fabulistas. Esta vez, asegura que los millones invertidos por el viejo chocho del Sr. Estrella, no caben en un banco pequeño, la primera inversión en el lar nativo de la chapiadora, fue de 2.000 tareas de tierra altamirana, a un costo de 20. 000, cada una, lo que equivale a 40 millones.
Vehículo, casa y pistola. La segunda inversión fue prepararle una casa de lujo, equipada con todos los ajuares nuevos, comprarle un vehículo, una pistola, unas botas ( calzado) y un sombrero de charro, para que ella supervisara la cosecha del cacao en la hacienda recién adquirida.
El Fabulista es un chismoso insaciable. Dice que los ojos que se lo van a comer los cuervos por hablador, vieron como el viejo verde y financista manejaba el dinero de la industria donde trabajaba, según su versión eran maletas, tras maletas lenas de fajos de billes de 2.000.
MG dejó el trabajo, o el trabajo lo dejó a él. Se fue a la quiebra y la chapiadora, cuando vio que se terminó el jolgorio, dijo pata pa, qué te tengo, y no fue hasta hace poco que volvieron a tener una cita fortuita, sin besos, ni abrazos, pero sí con lamentos, después de tres o cuatro años. Le recuerdo a los lectores que este comentario pertenece al periodismo humorístico y que busca dañar imagen o reputación. ( PNS).
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