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martes, 2 de diciembre de 2014

Yo también fui testigo visual del 9/11 en el 2001 en Nueva York (32)


Yo también fui  testigo visual del 9/11 en el  2001 en Nueva York (32)
Por Luis Godofredo Pichardo/ Editor de PNS Noticias/Revista Nuevo Mundo/ & Revista Ventana Católica/ Blogspot.com
  Siendo las 9:12 minutos de la mañana comencé a escuchar un murmullo poco acostumbrado,  y con un movimiento creciente. Observé como se movían los visitantes que en ese momento habían llegado al Consulado dominicano,  donde trabajaba nuevamente, esta vez fui designado en el Gobierno de Hipólito Mejía, en el cargo de gerente del Centro de Información Gubernamental (CIG), con asiento en la Legación consular de RD en Nueva York.
  En realidad,  no fue el presidente Mejía quien me nombró en el cargo, fue el colega y amigo Juan Manuel García, quien fue designado por el gobierno del PRD, como director del CIG, un organismo recién creado y que funcionaba con mucha autonomía.


En ese cargo si me sentía cómodo y con voz de mando y apoyado por el cónsul general de esa época Euris Pérez,  quien sin haberlo tratado nunca antes, me dio un trato caballeroso y de mucha dignidad, en realidad, esta vez, sí representaba al Estado dominicano en mi función de comunicador social.

  Estando junto al colega Darío Abreú, que fue quien me dio la voz alarma del atentado terrorista más violento y criminal que haya vivido  la ciudad de Nueva York en toda su historia, cuando me dijo, Pichardo, parece que se estrelló un avión sobre las torres gemelas.
  De inmediato bajamos juntos comentando sobre el incidente, desde la cuarta planta del tradicional y emblemático edificio donde funciona el Consulado.  Y presenciamos en las pantallas lumínicas en la avenida Broadway, como el incendio devoraba  el edificio principal en su parte lateral, a la altura del piso 72,  el choque del primer avión fue tan violento que casi se hizo invisible a los transeúntes que estaban cerca del lugar. Todas las miradas estaban puestas hacia las torres gemelas que formaban el complejo comercial  del World Trade Center (WTC) y vimos como iba aglomerándose una multitud pasmada y asustada con el evento  que presenciábamos por primera vez en la metrópolis neoyorquina.
  Sin darme cuenta,  se desapareció el colega Abreú, volví al Consulado, hasta la puerta, pero ya la policía y los bomberos estaban evacuando el edificio, no pude volver a entrar, y tampoco pude hacer contacto con los compañeros de trabajo. Me quedé como espectador en Broadway siguiendo los acontecimientos a través de los despachos de prensa que colocaban las agencias de noticias de todo el mundo.
  Comenzaron a fluir las noticias de las agencias internacionales a través de las pantallas lumínicas y nos íbamos informando de los acontecimientos, ya no se trataba de un accidente, sino de acto terrorista, estrellaron el primer avión, el segundo y el tercero, el resto de la historia es ampliamente conocida por la humanidad, luego otro estrellamiento en el Pentágono y otro en un campo cercano a Filadelfia. Todos los pasajeros muertos y destruidos las instalaciones del centro comercial más importante del mundo. El balance de muertos y desaparecidos  se sitúa en algo más de tres mil personas, sólo en la ciudad de Nueva York.
  Finalizado el impacto tremendo que me causó la impactante noticia, inicié un  periplo  inolvidable de ese día, traté de abordar un autobús,  (ya no funcionaban los trenes) pero no pude alcanzar la puerta principal, caminé a pies desde la calle 42 hasta la 125 en Manhattan y luego nos llevaron en un autobús cerca de la 181.
  Tenía que llegar a Grand Concurse avenue, en el condado de El Bronx, allí vivía con mi familia, no sabía donde estaban,  ni si estaban vivas, el siniestro comenzó después de las nueve y bordeaban las ocho de la noche, caminando a pies hacia el Bronx, por el puente de la 181, desesperado,  encontré un taxi y me llevó cerca de mi casa, hasta donde llegué bordeando las nueve de la noche, el edificio oscuro, la única claridad, la daban los aviones bombarderos que custodiaban todo el perímetro metropolitano. Pero el encuentro familiar fue de alegría y satisfacción, al menos estábamos vivos y juntos otra vez
  El trauma del atentado terrorista del 9/11  me complicó la salud, antes  estaba un poco deteriorada con problemas arteriales, a los pocos meses tuve que ser intervenido de corazón abierto, gracias a Dios y la ciencia médica estoy de pies y con buena salud y  un estado de ánimo maravilloso, dándoles gracias a nuestro Dios cada día por darnos la vida y la oportunidad de escribir de este episodio.
  Recuerdo el vías crucis que tenía que vivir cada día para llegar al Consulado donde trabajaba cada mañana o de regreso a mi hogar, pasábamos horas en los trenes subterráneos por falsas alarmas y por temor a que nos quemaran dentro de los vagones de ese medio de transporte masivo que es el más usado en Nueva York.
  Lo mismo ocurría en los autobuses, pero al menos en este medio de transporte se podía caminar a pies o correr a campo abierto.
  Con lo que ví y viví ese día de los atentados del 9/11 se puede escribir un libro con muchos cientos de páginas.@

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