Mis
vacaciones forzadas en la fortaleza San
Luis en tiempos de la
Revolución (33)
Por Luis Godofredo Pichardo/
de PNS Noticias Blogspot
Desde mi pubertad mostré inquietud por una transformación social en mi
país, había nacido dentro de una dictadura férrea, la que encabezó el sátrapa
Rafael Leónidas Trujillo Molina, desde 1930 hasta 1961 cuando fue asesinado por
un grupo de colaboradores de su gobierno que se disgustaron con él por su
estilo sanguinario de enfrentar a los opositores. Yo nací 7 años después del
advenimiento de la era de Trujillo, la que inició en 1930 y mi nacimiento fue
en enero 20 de 1937.
La antiagua fortaleza San Luis, donde estuve recluido, hoy convertido en museo militar |
En esa época trabajaba para el ministerio de Salud Pública
(1957-61) en la división de Epidemiología, y
allí forjé muchos amigos, en el área de mi trabajo, y para suerte mía, casi todos eran jóvenes como yo, con algo más de 20 años, con energía
revolucionaria y con mucha iniciativa, en esa época llegó al país el Partido Revolucionario
Dominicano (PRD) y a la semana de abrir las inscripciones me inscribí, junto a
otros compañeros e iniciamos la carrera hacia la libertad.
Desde muy joven sentía pasión por las letras,
especialmente por el periodismo, no sabía a qué atribuírselo, pero más tarde
descubrí que mi abuelo materno, Godofredo Pichardo, había ejercido el
periodismo, y en el 1910 dirigía un periódico de su propiedad en la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Entonces comprendí a partir de ese descubrimiento,
que los genes familiares evolucionan y
que mi pasión por el periodismo era cuestión de herencia familiar. Como ya he
señalado en otro artículo de esta memoria, me inicié en el periodismo en el diario La Información, y a
partir de 1961 que fue cuando escribí mi primera cuartilla periodística.
Nada más y nada menos en la Revolución había un tanque apostado para defender el histórico fuerte San Luis |
La Revolución me sorprendió en Santiago, yo había regresado de Nueva York, a raíz del derrocamiento de Juan Bosch, y
cometí el error de salir de Estados Unidos sin haber recibido la visa de
residente permanente a través del proceso de inmigratorio, que estaba en manos
de abogados y en la etapa final. Me desesperé, y creyendo que podía aportar
algo al proceso democrático y al retorno de la constitucionalidad, no hice caso a la advertencia que me hizo el
departamento de Inmigración, cuando me dijo que si salía de EU sin residencia,
luego iba a tener algunos inconvenientes para volver a entrar y así fue.
Estas chatarras militares nos traen recuerdos y nostalgia |
Yo le respondí- que buscamos ayuda espontánea-,
pero que era para los combatientes de la Revolución, surgió una
pequeña discusión, nos acusó de comunistas y yo le dije que él era un comerciante
burgués, cuando nos disponíamos a retirarnos me dijo, no se preocupe joven, que
usted va a pagar bien caro por esto y le-
respondí- , ruegue a Dios que no lleguen los comandos de la Revolución a Santiago,
porque usted podría ser fusilado.
Terminó el encuentro, yo me olvidé del
asunto, pero pocos días después me avisaron que la policía me andaba buscando.
Como no tenía delitos de ninguna clase ni había agredido a nadie, no hice caso
y en los próximos días me visitó un oficial de la PN en mi
casa y me dijo, que le acompañara, que el comandante quería hablar conmigo.
Le pedí que me dejara vestir y ponerme los
zapatos y me dijo…-venga así, usted regresa de una vez-, es sólo para
preguntarle algo.
Al llegar al cuartel de la
PN que estaba frente al parque Duarte, en la calle de El Sol,
antes de entrar un oficial dijo, este es
el comunista que queríamos ver, no dije nada y seguí la corriente. De inmediato
me encerraron en una celda con un cupo para 10 o 15 personas y llegamos a 84,
nos estábamos asfixiando del calor y el apretujamiento.
Me acusaron de ser propietario de dos
emisoras clandestinas y me pidieron que se las vendiera a las FA, porque la
necesitaban.
Me interrogaron una y otra vez y siempre le
dije lo mismo, nunca he tenido emisoras y en este momento, ni siquiera un radio
de pilas.
Me trasladaron a la fortaleza San Luis, y
después de dos semanas, de largos interrogatorios nocturnos me dejaron en
libertad, me pidiéndome excusas por haberme encarcelado injustamente, y me aconsejaron que me volviera para Estados Unidos y me
olvidara de la política dominicana.
El comerciante cumplió su amenaza, me hizo la acusación y logró que yo estuvieras
por primera vez en una prisión y ojala fuese la última, pues la tradición en mi
familia, es que ni siquiera, por la renovación de la cédula en la era de
Trujillo nadie estuvo preso.
El sufrimiento de esas dos semanas fue
terrible para mí, nunca había sido detenido ni castigado, ni siquiera en la escuela donde me alfabeticé.
Pasé muchas noches en vela en la fortaleza San Luis, un general gurabero ( ya
fallecido de apellido Méndez Lara) me mandaba a buscar al borde de la media
noche, para interrogarme, y en una
ocasión, cansado y fatigado, le dije-
general- porque no salimos de esto, si usted cree que soy culpable, mándeme a fusilar. Me miró, con la futa en manos, pero no musitó media palabra.@
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