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Luis Godofredo Pichardo
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miércoles, 17 de diciembre de 2014

La política y el periodismo me llevaron a la prisión en 1965



Mis vacaciones  forzadas en la fortaleza San Luis en tiempos de la Revolución (33)
Por Luis Godofredo Pichardo/ de PNS Noticias Blogspot
  Desde mi pubertad mostré  inquietud por una transformación social en mi país, había nacido dentro de una dictadura férrea, la que encabezó el sátrapa Rafael Leónidas Trujillo Molina, desde 1930 hasta 1961 cuando fue asesinado por un grupo de colaboradores de su gobierno que se disgustaron con él por su estilo sanguinario de enfrentar a los opositores. Yo nací 7 años después del advenimiento de la era de Trujillo, la que inició en 1930 y mi nacimiento fue en enero 20 de 1937.
La antiagua fortaleza San Luis, donde estuve recluido, hoy convertido en museo militar
  A raíz de los acontecimientos de 1960-61 en que comenzó a deteriorarse el régimen trujillista con la muerte de las hermanas Patria, Minerva y Teresa Mirabal, que fueron vilmente asesinadas por un grupo de agentes matones del trujillismo en la carretera Santiago-Puerto Plata,  y con el rompimiento  de Trujillo con la Iglesia Católica, la juventud adormecida y obediente a la era de Trujillo,  inició un movimiento masivo revolucionario a través del territorio nacional, ya en el exterior existía un bastión del exilio en diversos países de América  Latina y en los Estados Unidos.
  En esa época trabajaba  para el ministerio de Salud Pública
 (1957-61) en la división de Epidemiología, y allí forjé muchos amigos, en el área de mi trabajo,  y para suerte mía,  casi todos eran jóvenes como yo,  con algo más de 20 años, con energía revolucionaria y con mucha iniciativa, en esa época  llegó al país el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y a la semana de abrir las inscripciones me inscribí, junto a otros compañeros e iniciamos la carrera hacia la libertad.
  Desde muy joven sentía pasión por las letras, especialmente por el periodismo, no sabía a qué atribuírselo, pero más tarde descubrí que  mi abuelo materno,  Godofredo Pichardo, había ejercido el periodismo, y en el 1910 dirigía un periódico de su propiedad  en la ciudad de Santiago de los Caballeros.
  Entonces comprendí a partir de ese descubrimiento,  que los genes familiares evolucionan y que mi pasión por el periodismo era cuestión de herencia familiar. Como ya he señalado en otro artículo de esta memoria,  me inicié en el periodismo en el diario La Información, y a partir de 1961 que fue cuando escribí mi primera cuartilla periodística.
Nada más y nada menos en la Revolución había un tanque apostado para defender el histórico fuerte San Luis
  Navegando entre la política y el periodismo  llegó la época de la Revolución de Abril de 1965, ya tenía algo de experiencia, militaba en el PRD desde hacía 4 años y había hecho mi debut en la radio, y el periodismo impreso,  como comunicador social, aunque todavía carecía de conocimientos profundos acerca del periodismo.  Fue en 1966, cuando me gradué de periodismo por primera vez, en territorio venezolano, en la Academia Americana, de Caracas. Más tarde estudié periodismo nuevamente,  en Nueva York, en el Instituto Lumen, y en 1968 me gradué en un curso de periodismo y redacción  intensivo.
  La Revolución me sorprendió en Santiago, yo había regresado de Nueva York,  a raíz del derrocamiento de Juan Bosch, y cometí el error de salir de Estados Unidos sin haber recibido la visa de residente permanente a través del proceso de inmigratorio, que estaba en manos de abogados y en la etapa final. Me desesperé, y creyendo que podía aportar algo al proceso democrático y al retorno de la constitucionalidad,  no hice caso a la advertencia que me hizo el departamento de Inmigración, cuando me dijo que si salía de EU sin residencia, luego iba a tener algunos inconvenientes para volver a entrar y así fue.
Estas chatarras militares nos traen recuerdos y nostalgia
 Causa y efecto de una discusión política. En la efervescencia del estallido revolucionario y debido a mi movilidad dentro del PRD, me encargaron gestionar ayuda para los combatientes de Ciudad Nueva, junto a un equipo de compañeros que visitamos en comisión a diversos comerciantes de la avenida Valerio en la ciudad de Santiago  de los Caballeros, y en uno de esos encuentros surgió un mal entendido con un almacenista de la zona, que siendo partidario de Elías Wessin y Wessin, nos dijo,  que si la ayuda que solicitábamos había sido para llevarla a San Isidro, nos regalaba el almacén entero y dos novillos.
  Yo le respondí- que buscamos ayuda espontánea-, pero que era  para los combatientes de la Revolución, surgió una pequeña discusión, nos acusó de comunistas y yo le dije que él era un comerciante burgués, cuando nos disponíamos a retirarnos me dijo, no se preocupe joven, que usted va a pagar bien caro  por esto y le- respondí- , ruegue a Dios que no lleguen los comandos de la Revolución a Santiago, porque usted podría ser fusilado.
  Terminó el encuentro, yo me olvidé del asunto, pero pocos días después me avisaron que la policía me andaba buscando. Como no tenía delitos de ninguna clase ni había agredido a nadie, no hice caso y en los próximos días me visitó un oficial de la PN  en mi casa y me dijo,  que le acompañara,  que el comandante quería hablar conmigo.
  Le pedí que me dejara vestir y ponerme los zapatos y me dijo…-venga así, usted regresa de una vez-, es sólo para preguntarle algo.
  Al llegar al cuartel  de la PN que estaba frente al parque Duarte, en la calle de El Sol, antes de entrar un oficial  dijo, este es el comunista que queríamos ver, no dije nada y seguí la corriente. De inmediato me encerraron en una celda con un cupo para 10 o 15 personas y llegamos a 84, nos estábamos asfixiando del calor y el apretujamiento.
  Me acusaron de ser propietario de dos emisoras clandestinas y me pidieron que se las vendiera a las FA, porque la necesitaban.
 Me interrogaron una y otra vez y siempre le dije lo mismo, nunca he tenido emisoras y en este momento, ni siquiera un radio de pilas.
  Me trasladaron a la fortaleza San Luis, y después de dos semanas, de largos interrogatorios nocturnos me dejaron en libertad, me pidiéndome excusas por haberme encarcelado injustamente, y me  aconsejaron  que me volviera para Estados Unidos y me olvidara de la política dominicana.
  El comerciante cumplió su amenaza,  me hizo la acusación y logró que yo estuvieras por primera vez en una prisión y ojala fuese la última, pues la tradición en mi familia,  es que ni siquiera,  por la renovación de la cédula en la era de Trujillo nadie estuvo preso.
  El sufrimiento de esas dos semanas fue terrible para mí, nunca había sido detenido ni castigado,  ni siquiera en la escuela donde me alfabeticé. Pasé muchas noches en vela en la fortaleza San Luis, un general gurabero ( ya fallecido de apellido Méndez Lara) me mandaba a buscar al borde de la media noche,  para interrogarme, y en una ocasión,  cansado y fatigado, le dije- general- porque no salimos de esto, si usted cree que soy culpable,  mándeme a fusilar. Me miró, con la  futa en manos, pero no musitó media palabra.@

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