El tiempo pasa, se lleva la juventud, pero queda la experiencia |
Accidente
automovilístico en Bonao me puso al borde de la muerte en 1965 (4)
Por Luis Godofredo
Pichardo/autor de las Memorias de Don Godo
El conductor del vehículo venía nervioso y
tenía razones para estarlo. En la autopista de Duarte, a la altura del río Yabucoa y próximo a unas plantaciones de
arroz, comenzó a soplar un viento fuerte y una
intensa lluvia, el espesor del agua, combinado con las ráfagas de viento
quitaron la visibilidad al conductor, perdió el control, y en fracción de
segundos estaba el vehículo volando las barandas de un puente que está sobre el
arroyuelo.
Al parecer en la zona cercana llovía desde
hacía un buen tiempo, todos los arroyos y cañadas adyacentes venían desbordados
de agua. El Chevrolet transportaba tres pasajeros y al conductor. Una dama muy
entrada en edad, y a quien escribe esta memoria, y a mi amigo René.
El accidente fue tan rápido y estrepitoso que
no nos dio tiempo para reflexionar, cuando despertamos en medio del carro
hundiéndose con el peso del agua, y en
la mitad del río Yabucoa, sólo
escuchábamos los comentarios y la expresión...-! un milagro…un milagro-¡ Parece
que ciertamente se produjo un milagro, porque en el vuelo que emprendió el
carro hacia el precipicio, la única expresión que escuché fue…virgen de La Altagracia, sálvanos y
la escuché de la dama que nos acompañaba en el trayecto.
Ya en proceso de rescate, (aparecieron muchos
voluntarios), y también una ambulancia del hospital de Bonao, todo el que vino
en ayuda, sorprendido del disparatozo accidente preguntaba…. Cuántos muertos
hay, cuando se le decía que ningunos, no creían la versión.
El saldo real fue, de la señora con varias costillas rotas, una
pierna y otras laceraciones. El conductor recibió un tremendo impacto en el
pecho, el guía se partió en dos, mi amigo René entró en pánico y preguntaba si
estaba muerto, y el articulista recibió unos golpes moderados en la frente y la
cabeza.
El cuerpo ambulatorio nos llevó al hospital,
a la emergencia y allí nos suministraron una toma que parecía como anis y
manzanilla, era un trago dulce dizque para desbaratar los golpes recibidos.
El conductor llamó a Santiago y desde allí le
dieron instrucciones, nos colocaron en otro vehículo y llegué a la casa
alrededor de la diez de la noche. Como llegué, todo empapado de agua y lodo y el traje que
vestía era un desastre, sorprendida mi familia se alarmó, preguntándome sobre
lo que me había pasado, le informé y
todo retornó a la calma.
Escenas de Ciudad Nueva en la época de la Revolución de 1965 |
En el primer chequeo que me hicieron ese día
fatídico tuve al borde de la muerte, no por el accidente de Bonao, sino por los
fusiles de los gringos que estaban apostados en la avenida Duarte, con calle
Barahona.
Yo regresaba de la zona colonial (Ciudad
Nueva), donde estaba el bastión de la Revolución, había ido a gestionar el visado para
viajar a Venezuela, porque tenía persecución política grave sobre mi, y luego
de salir de la Embajada,
fui a llevar un mensaje a uno de los comandos de la Revolución, salí de
allí y me dirigí con el amigo René, hacia la avenida Duarte, donde habíamos
quedado de juntarnos con el chofer del Chevrolet.
Pero por mala suerte, en el momento que
llegamos al lugar convenido, se produjo
un intercambio de fuego entre las fuerzas militares extranjeras y los comandos
de la Revolución,
yo, buscando protección, me acerqué
demasiado a una alambrada de púas, y cuando vine a reaccionar tenía la bota de
un militar cerca del cuello, primero me habó en inglés, yo no entendí y luego
en español, y me dijo que si estaba loco, que pudo haberme confundido con un
combatiente y quitarme la vida, él mismo soldado, me levantó del suelo, me preguntó para donde
iba y me condujo fuera de la alambrada.
Una historia de vida, porque ese día salvé el
pellejo milagrosamente en más de una ocasión y sobre todo que estaba alegre
desde temprano en la jornada, porque me habían concedido visa para viajar a
Venezuela.@
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