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domingo, 14 de diciembre de 2014

En un sólo día enfrenté la muerte dos veces en busca de la libertdad



El tiempo pasa, se lleva la juventud, pero queda la experiencia

Accidente automovilístico en Bonao me puso al borde de la muerte en 1965 (4)
Por Luis Godofredo Pichardo/autor de las Memorias de Don Godo


Transcurría un tiempo lluvioso y tormentoso,  entre las cinco y seis de la tarde, de mediado de junio de 1965.  Regresaba de Santo Domingo, la capital dominicana, en un carro Chevrolet, nuevo, de una línea de pasajeros que tenía su sede en Santiago.
  El conductor del vehículo venía nervioso y tenía razones para estarlo. En la autopista de Duarte, a la altura del  río Yabucoa y próximo a unas plantaciones de arroz, comenzó a soplar un viento fuerte y una  intensa lluvia, el espesor del agua, combinado con las ráfagas de viento quitaron la visibilidad al conductor, perdió el control, y en fracción de segundos estaba el vehículo volando las barandas de un puente que está sobre el arroyuelo.
  Al parecer en la zona cercana llovía desde hacía un buen tiempo, todos los arroyos y cañadas adyacentes venían desbordados de agua. El Chevrolet transportaba tres pasajeros y al conductor. Una dama muy entrada en edad, y a quien escribe esta memoria, y  a mi amigo René.
  El accidente fue tan rápido y estrepitoso que no nos dio tiempo para reflexionar, cuando despertamos en medio del carro hundiéndose con el peso del agua, y  en la mitad del río Yabucoa,  sólo escuchábamos los comentarios y la expresión...-! un milagro…un milagro-¡ Parece que ciertamente se produjo un milagro, porque en el vuelo que emprendió el carro hacia el precipicio, la única expresión que escuché fue…virgen de La Altagracia, sálvanos y la escuché de la dama que nos acompañaba en el trayecto.
  Ya en proceso de rescate, (aparecieron muchos voluntarios), y también una ambulancia del hospital de Bonao, todo el que vino en ayuda, sorprendido del disparatozo accidente preguntaba…. Cuántos muertos hay, cuando se le decía que ningunos, no creían la versión.
  El saldo real fue,  de la señora con varias costillas rotas, una pierna y otras laceraciones. El conductor recibió un tremendo impacto en el pecho, el guía se partió en dos, mi amigo René entró en pánico y preguntaba si estaba muerto, y el articulista recibió unos golpes moderados en la frente y la cabeza.
  El cuerpo ambulatorio nos llevó al hospital, a la emergencia y allí nos suministraron una toma que parecía como anis y manzanilla, era un trago dulce dizque para desbaratar los golpes recibidos.
  El conductor llamó a Santiago y desde allí le dieron instrucciones, nos colocaron en otro vehículo y llegué a la casa alrededor de la diez de la noche. Como llegué,  todo empapado de agua y lodo y el traje que vestía era un desastre, sorprendida mi familia se alarmó, preguntándome sobre lo que me había pasado, le informé y  todo retornó a la calma.
Santo Domingo.- Con motivo del 47 aniversario de la Guerra de Abril de ...
Escenas de Ciudad Nueva en la época de la Revolución de 1965
  Nerviosismo y pánico militar.  La razón de que el conductor estuviera nervioso antes de accidente se lo provocó, un chequeo intenso en la autopista Duarte, antes de llegar a Yabucoa, nos habían chequeado más de veinte veces y postas militares, estábamos en plena época de la Revolución de Abril de 1965.
  En el primer chequeo que me hicieron ese día fatídico tuve al borde de la muerte, no por el accidente de Bonao, sino por los fusiles de los gringos que estaban apostados en la avenida Duarte, con calle Barahona.
  Yo regresaba de la zona colonial (Ciudad Nueva), donde estaba el bastión de la Revolución, había ido a gestionar el visado para viajar a Venezuela, porque tenía persecución política grave sobre mi, y luego de salir de la Embajada, fui a llevar un mensaje a uno de los comandos de la Revolución, salí de allí y me dirigí con el amigo René, hacia la avenida Duarte, donde habíamos quedado de juntarnos con el chofer del Chevrolet.
  Pero por mala suerte, en el momento que llegamos al lugar convenido,  se produjo un intercambio de fuego entre las fuerzas militares extranjeras y los comandos de la Revolución, yo,  buscando protección, me acerqué demasiado a una alambrada de púas, y cuando vine a reaccionar tenía la bota de un militar cerca del cuello, primero me habó en inglés, yo no entendí y luego en español, y me dijo que si estaba loco, que pudo haberme confundido con un combatiente y quitarme la vida, él mismo soldado,  me levantó del suelo, me preguntó para donde iba y me condujo fuera de la alambrada.
  Una historia de vida, porque ese día salvé el pellejo milagrosamente en más de una ocasión y sobre todo que estaba alegre desde temprano en la jornada, porque me habían concedido visa para viajar a Venezuela.@

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