Columna: La Matralleta de Don
Por Luis Godofredo Pichardo
¿Podrá la
Iglesia Católica Latinoamericana asimilar la Reforma del Vaticano?
Sí puede. Aunque hay que reconocer que
la estructura de la Iglesia a nivel
global mantiene prácticas tradicionales aberrantes como son la obligatoriedad del celibato que
estimula a los miembros sacerdotales a cometer actos sexuales con menores de
ambos sexo, la obligatoriedad del Concordato, y la aplicación de un sistema
educativo católico obligatorio en las escuelas que ayuda o patrocina la Iglesia
como institución al servicio de la sociedad entre otras obligaciones o
imposiciones.
La
conducta más execrable que estimula el celibato es la pedofilia contra niños
inocentes víctimas del engaño de personas adultas a quienes se les confían los niños para la enseñanza
doctrinaria de la Iglesia o para su formación educativa.
Estos perversos sexuales cobijado bajo la estructura eclesial
y protegido por autoridades eclesiásticas de principalía cometen todo tipo de
abusos y atropellos contra la niñez que se le confía.
Aclaremos de antemano que no todos los sacerdotes
católicos se dedican a la pederastia y que la mayoría inmensa cumple fiel y solidariamente el
juramento del celibato con abstinencia y obediencia a Dios y a sus autoridades
terrenales.
Pero entiendo, como comunicador social, que el celibato es un reglamento interno de la
Iglesia católica que daña su estructura social y humana, porque obliga al
sacerdote a realizar actos sexuales reñidos con la ley y con la dignidad
social, especialmente con la dignidad de
la membresía de la propia Iglesia a la que el sacerdote se ha obligado a servir
con fidelidad y honestidad antes Dios y antes los hombres.
El aborto, es otro de los temas controversiales que los
obispos de América Latina tendrían que enfrentar. La visión y la concepción del
aborto ha ido cambiando de imagen no sólo en Latinoamérica como continente
hispánico, sino en la otrora España conservadora y en Europa en todo su
contexto, pero en donde se ha dignificado o humanizado el aborto es en los Estados Unidos, hasta un nivel, que el presidente Barack Obama sostiene que
cuando la mujer aborta libremente alcanza su libertad, esa postura le ha valido
perder popularidad y apoyo de la poderosa Iglesia católica estadounidense, pero
esa es su creencia y el apoyo que recibe a sus propuestas sobre el tema
concitan un apoyo comunitario masivo.
Como católico, no acepto el aborto como una solución a los
embarazos irresponsables, pero entiendo que hay casos en que la madre o la
criatura en gestación corren peligros de
muerte y en ese caso vería el aborto como un beneficio a las criaturas con
peligro inminente de perder la vida.
La riqueza, que como institución posee la Iglesia y los
tesoros en metales preciosos que tiene amasados alrededor del mundo desde la fundación misma de la institución
religiosa, es otro de los puntos neurálgicos que tendrá que enfrentar una
eventual reforma profunda dentro de la Iglesia y revisar a fondo hasta dónde
están dispuestas las Diócesis y los obispos diseminados por el mundo a entregar
para el bien común de la feligresía y en
especial de los pobres de la Iglesia, que son mayoría, todo el contenido de su inmensa fortuna.
Soy consciente de que la Iglesia necesita
fondos para administrar sus instituciones y pagar a su personal, pero también comprendo
que los intereses rentables del capital acumulado e invertido sobrepasan las necesidades administrativas,
claro está, si se utiliza el dinero
devengado con un criterio administrativo comunitario y universal, es decir, que
los fondos que se reciben o generan riquezas sean distribuidos equitativamente
entre las Diócesis que necesitan dinero para costear sus operaciones
administrativas.
El antiguo Banco Ambrosiano, actualmente
Obras eclesiales Especiales de la
Iglesia, con asiento en el Vaticano, en
Roma, debe ser otro de los puntos de debates en la reforma propuesta, pero
donde veo las mayores dificultades financieras de la Iglesia católica es en la
posesión individual de capital que manejan los jerarcas de la institución: como
son: Los Cardenales. Obispos y arzobispos, estos señores no actúan como siervos
de Dios, sino como capitalistas, empresarios o feudalitas.
Cuando alguien trata de afectar sus intereses no respetan
reglas de juego, además entienden, que
el dinero de la Iglesia sea éste por donaciones. Intereses de capital, o
inversiones extra Iglesia, ya no pertenece a la institución como tal, sino a
ellos mismos quienes son los cabezas de la recolección y solicitudes de ayuda
privada o gubernamental...
Su Ambición es tan voraz y desmedida que les
importa poco hacer inversiones dolosas, dudosas o mafiosas con tal de que les reproduzcan o
multipliquen sus capitales.
Esta es la sede del antiguo Banco Ambrosiano, ahora labora con el nombre de Obras Eclesiales del Vaticano |
En América Latina la Iglesia Católica es
propietaria de bancos, periódicos. Empresas de bienes raíces, radioemisoras y
canales de televisión entre otras propiedades. Su capital es sólido y sus
finanzas son muy reproductivas, pero en las iglesias locales y de provincias se sigue pidiendo limosnas, donaciones y hasta
se habla del “Diezmo” como en la antigüedad, y se emula de paso a las otras
denominaciones religiosas que obligan a los más pobres a pagar el 10% de los
míseros salarios que reciben.
Siendo
esta la Iglesia católica que se percibe en Latinoamérica, a nivel
personal, dudo que de buena gana los jerarcas de la institución quieran
adherirse a una reforma que de primer
plano afectas sus intereses económicos personales, pero que además le
exige que salgan a trabajar a la calle,
que se envuelvan con los pobres y la pobreza y que emulen a Jesucristo en la Evangelización,
definitivamente de los ricos y
burócratas de los que estamos hablando, habría que obligarles a cambiar su
metodología, hacerles renunciar o expulsarlos del seno de la Iglesia.
Como dice el refrán muchos purpurados actúan apegados
al “Dios rogando y con el mazo dando.@
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