Habría que ser
puertorriqueño de nacimiento y haber crecido en la incertidumbre de si somos o
no somos al compás del canto del Coquí, para concientizarse y entender que es
mejor para los boricuas, si anexionarse al Tío San o seguir como estado Libre
Asociado.
La anexión sería una fórmula de entendimiento
para la clase política pro-Estados Unidos, pero nunca para los militantes
independentistas.
Pero es un desafuero y una gran frustración para el
colectivo independentista boricua que lucha desde hace 120 años por ver a la Isla del Encanto libre e independiente de
toda potencia extranjera.
Senado de Puerto Rico aprobó
una moción en reclamo de la anexión a Estados Unidos y convertirse en el estado 51
Habría que ser
puertorriqueño de nacimiento y haber crecido en la incertidumbre de si somos o
no somos al compás del canto del Coquí, para concientizarse y entender que es
mejor para los boricuas, si anexionarse al Tío San o seguir como estado Libre
Asociado.
Ricardo Roselló, gobernador de PR y abanderado de la anexión |
Pero es un desafuero y una gran frustración para el
colectivo independentista boricua que lucha desde hace 120 años por ver a la Isla del Encanto libre e independiente de
toda potencia extranjera.
Los puertorriqueños son
aliados políticos de los estadounidenses desde 1898, cuando el gran imperio del
norte se anexó la territoriedad del archipiélago isleño, justo cuando terminaban de masacrar a Cuba en una
guerra que no era de la pertenecía de Washington, sino de España, pero en un
acuerdo de “aposento” entre el Imperio español y el norteamericano se anexaron
a Cuba también.
Esa actitud norteamericana
no es sorprendente ni en los finales del siglo XVIII, pero tampoco lo sería, en el siglo XXI.
El mundo contemporáneo presencia la actitud de un
gobierno ultraconservador norteamericano, administrado por un magnate de
negocios sin experiencia política, pero sustentado en un proteccionismo brutal
y apoyado por la ultra derecha conservadora norteamericana.
Los anexionistas
puertorriqueños no sólo tienen derecho a pedir la anexión y que se le declare
el Estado 51 de la Unión americana, además de ese derecho que lo tienen ganado
de sobra, es una deuda pendiente de Washington, con los nativos de Puerto Rico.
Esta petición anexionista debió haberse concretizado en el transcurso del siglo pasado, pero la
resistencia que muestran las fuerzas conservadoras estadounidenses, han
impedido su realización.
Esta moción senatorial
pidiendo públicamente la anexión a Estados Unidos revive el debate político
isleño, porque el colectivo independentista no se quedaría de brazos cruzados,
a pesar de que el liderazgo de esa formación, sabe por experiencia propia, que
su lucha es un imposible, al menos por el momento.
La actitud senatorial en
Washington es la de mantener a Puerto
Rico, como la cenicienta del Caribe, porque no ocurre con Puerto Rico lo mismo
con las Islas Vírgenes que son posesión de estados Unidos y que están a poca
distancia del territorio boricua.
Las Cámaras alta y baja
guardan silencio, como lo hicieron en el transcurso del siglo pasado. Al no
responder a la petición mantienen en vilo a la clase política gobernante y vivo
el debate independentista.
Mapa militar de la isla de Puerto Rico en 1721 |
La actitud de los políticos
anexionistas de Puerto Rico no es otra, que cobrarles los sinsabores que los
norteamericanos le ha hecho pasar. El puertorriqueño está consciente de que en
territorio estadounidense se le trata como ciudadano de segunda o tercera
clase, y que en muchos lugares son vistos con ojeriza,
Pero esta es una buena oportunidad para que la
clase política con asiento en Washington
tome una decisión sabia y valiente, devolviendo a los puertorriqueños tantos
derechos conculcados.
Habrá que esperar la
reacción del Senado en Washington y también la de los independentistas que
tanto han cascareado su lucha desde el seno de las Naciones Unidas, que tantas
resoluciones aprobó a favor de la Independencia, pero que ninguna surtió
efecto.
La situación política,
económica y social del pueblo puertorriqueño, es de extrema gravedad. Una
crisis económica con más diez años de existencia. Una deuda pública impagable,
y una relación política con Estados Unidos que aparenta haber caído en el
olvido. ( PNS).Los puertorriqueños son
aliados políticos de los estadounidenses desde 1898, cuando el gran imperio del
norte se anexó la territoriedad del archipiélago isleño, justo cuando terminaban de masacrar a Cuba en una
guerra que no era de la pertenecía de Washington, sino de España, pero en un
acuerdo de “aposento” entre el Imperio español y el norteamericano se anexaron
a Cuba también.
Esa actitud norteamericana
no es sorprendente ni en los finales del siglo XVIII, pero tampoco lo sería, en el siglo XXI.
El mundo contemporáneo presencia la actitud de un
gobierno ultraconservador norteamericano, administrado por un magnate de
negocios sin experiencia política, pero sustentado en un proteccionismo brutal
y apoyado por la ultra derecha conservadora norteamericana.
Los anexionistas
puertorriqueños no sólo tienen derecho a pedir la anexión y que se le declare
el Estado 51 de la Unión americana, además de ese derecho que lo tienen ganado
de sobra, es una deuda pendiente de Washington, con los nativos de Puerto Rico.
Esta petición anexionista debió haberse concretizado en el transcurso del siglo pasado, pero la
resistencia que muestran las fuerzas conservadoras estadounidenses, han
impedido su realización.
Mapa catográfico de la Isla del Encanto |
La actitud senatorial en
Washington es la de mantener a Puerto
Rico, como la cenicienta del Caribe, porque no ocurre con Puerto Rico lo mismo
con las Islas Vírgenes que son posesión de estados Unidos y que están a poca
distancia del territorio boricua.
Las Cámaras alta y baja
guardan silencio, como lo hicieron en el transcurso del siglo pasado. Al no
responder a la petición mantienen en vilo a la clase política gobernante y vivo
el debate independentista.
La actitud de los políticos
anexionistas de Puerto Rico no es otra, que cobrarles los sinsabores que los
norteamericanos le ha hecho pasar. El puertorriqueño está consciente de que en
territorio estadounidense se le trata como ciudadano de segunda o tercera
clase, y que en muchos lugares son vistos con ojeriza,
Pero esta es una buena oportunidad para que la
clase política con asiento en Washington
tome una decisión sabia y valiente, devolviendo a los puertorriqueños tantos
derechos conculcados.
Habrá que esperar la
reacción del Senado en Washington y también la de los independentistas que
tanto han cascareado su lucha desde el seno de las Naciones Unidas, que tantas
resoluciones aprobó a favor de la Independencia, pero que ninguna surtió
efecto.
La situación política,
económica y social del pueblo puertorriqueño, es de extrema gravedad. Una
crisis económica con más diez años de existencia. Una deuda pública impagable,
y una relación política con Estados Unidos que aparenta haber caído en el
olvido. ( PNS).
No hay comentarios:
Publicar un comentario