Columna escrita por Luis
Godofredo
Facciones
del PRD dividen al partido blanco
El pasado martes 22 de enero del 2013 se
consumó una nueva división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en su
larga e Histórica lucha por la democracia y la gobernabilidad en la República
Dominicana.
Esta vez la mal querencia y el abuso de poder
sellaron la división entre el PRD histórico y el nuevo partido que aspira crear
la tendencia que dirige Miguel Vargas Maldonado.
El forcejeo por el poder ha sido el
combustible que ha encendido la mecha del fuego devorador de una mística
política que ha servido de escuela de democracia y ejemplos de de unidad
nacional y patriótica.
En el pasado, los protagonistas de estas
divisiones fueron los propios dirigentes
y fundadores del partido del “jacho prendió”, que envueltos y abanderados
de sed de poder, de envidia, intrigas y conspiraciones lograron sus macabros
propósitos.
Los dirigentes más relevantes de esas luchas
internas del pasado fueron entre otros: El profesor Juan Bosch, Juan Isidro
Jiménez Grullón, Ángel Miolán, Thelma Frías, José Francisco Peña Gómez y otros
dirigentes de la época que aspiraban a la presidencia de la República.
El PRD es un partido democrático, pero
caudillista, al igual que el resto de los partidos dominicanos, en el PRD, el
principal caudillo lo fue Juan Bosch, hasta que la muerte lo sorprendió, igual
que Joaquín Amparo Balaguer, como líder del Partido Reformista Social Cristiano
(PRSC), pero el caudillismo de Bosch se extendió más allá del perredeísmo.
Al fundar al Partido de la Liberación
Dominicana (PLD) en 1973, lo hizo consciente de que iba a ser el caudillo de
esa formación política hasta su muerte y
lo fue, aunque al final tuvo un liderazgo debilitado y con escasa autoridad.
Pero este fenómeno partidario parece
extenderse por todo el planeta terráqueo, donde quiera que hay democracia
existe un sistema bipartidista que se reparte el poder periódicamente. Lo podemos
observar en Estados Unidos, la democracia más vieja del mundo, dos partidos
mantienen el poder político y hegemónico del país, el Republicano y el
Demócrata.
En América Latina, ocurre algo similar,
aunque con algunas variaciones, pero lo que este caudillismo partidista
universal no acepta es el crecimiento de
los partidos pequeños, que son más tolerantes y democráticos, por ser más
pequeños, pero no porque dejen de tener las mismas aspiraciones de los grandes
partidos. Así es el mundo político en que vivimos, y parece que es la tendencia
que se va ha seguir en el siglo XXI.
Con un devenir histórico como el que han ido
marcando los partidos políticos en América Latina, El Caribe y en la mayor
parte del mundo, es difícil construir democracias estables y economías
prósperas. Ejemplo, el caso de República
Dominicana en los últimos siglos: Los gobiernos republicanos y epopéyicos de la
época de la Independencia, (en 1844), inestables,
débiles y oligárquicos, esto sin incluir el flagelo de la colonización, o de la invasión haitiana de 1822.
Pero corriendo el velo del tiempo, y transfiriéndonos
al siglo veinte, con gobiernos como los del General Ulises Hereaux, Horacio
Vásquez, Rafael Estrella Ureña, Espaillat, Ramón Cáceres y otros efímeros de principios del siglo pasado no se puede construir una
democracia estable y duradera.
Como consecuencia de ese devenir histórico
muy ambivalente por cierto, nos cayó encima la férrea dictadura trujillista de
31 años, que diezmó la juventud dominicana, atrasó el país por muchos años y
desterró la democracia.
Así transcurrió el siglo pasado, pero cuando
en 1961 se eliminó físicamente a Rafael Leónidas Trujillo, los dominicanos
pudimos ver una luz al final del túnel, una esperanza, y un nuevo horizonte.
Pero fue en esa época cuando comenzó la rebatiña
en el PRD, una convención democrática eligió a los candidatos presidenciales, la cual
recayó en la persona de Juan Bosch y Buena Ventura Báez. Bosch, que terminaba de
regresar del exilio en Cuba, impuso su liderazgo caudillista, y amenazó con
abandonar la candidatura presidencial, si no se le permitía cambiar a su
compañero de boleta, impuso su criterio y se fortaleció el caudillismo.
Buena Ventura Báez, fue sustituido
por el doctor Tamayo González.
Hacemos este recuento histórico para que los
jóvenes que militan en el PRD del presente, no se asombren con la actitud
caudillista de Miguel Vargas Maldonado, ni de Hipólito Mejía, la historia del
partido blanco ha sido de divisiones, malas querencias y encontronazos entre dirigentes y compañeros.
Si mal lo está haciendo actualmente Vargas Maldonado,
adueñándose de un partido que el no formó, que no adoctrinó, ni contribuyó al crecimiento de su militancia,
es lo mismo que hace Hipólto, el hecho de que el ex presidente haya sido
dirigente y militante del PRD, no le autoriza, ni le garantiza la propiedad del PRD, que es
un patrimonio nacional y una herencia legítima de su militancia, por lo que se debe rechazar tajantemente esa inconducta de ambos.
Lo correcto sería que estos dos dirigentes se
apartaran de la dirección del PRD y le dieran paso a una nueva generación de
dirigentes y aspirantes a la
gobernabilidad, y ellos fungieran como asesores, si es que se necesita su
presencia. @
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