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Luis Godofredo Pichardo
Fundador y director ejecutivo

jueves, 11 de octubre de 2018

57 años del éxodo migratorio dominicano hacia Nueva York-USA/ La Pluma de Luis Godofredo Pichardo


La Pluma de Luis Godofredo Pichardo
Nueva York de los sesenta al siglo XXI en  el éxodo migratorio dominicano
 La Colonia dominica del 1961. Testigo del tiempo he sido yo, y  sigo observando los cambios bruscos que se están registrando en la humanidad y en la sociedad neoyorquina.
 En Nueva York, pregunté a dirigentes del exilio dominicano,  que huían de la dictadura trujillista, sobre el volumen de la población dominica de la época, me confirmaron la cifra de 13 mil.
Creció el volumen imparable hasta,  colocarse en algo menos de medio millón en alrededor de 10 años en la década del sesenta, esa cifra se registraba antes de la Revolución de 1965, fue a partir de esa fecha que se inició un éxodo permanente, en el que se mezcló a mansos y   cimarrones, es decir, a gente buena y respetuosa y a delincuentes que se engancharon a la Revolución, porque no tenían otro lugar donde pernoctar en la sociedad dominicana. 
Actualmente, la ciudad de los rascacielos registra cerca de un millón de dominicanos legalizados como ciudadanos o residentes,  y otros tantos que están en un  limbo a la espera de una amnistía, con los dominicanos,  esperan otros 14 millones de indocumentados de diversas naciones que claman por una reforma inmigratoria.
Los dominicanos residentes en Nueva York
 superaron a los puertorriqueños, llegando a cerca
 de 800 mil legalizados como ciudadanos o residentes
Mi periplo migratorio a Estados Unidos. Recuerdo una tarde del verano de 1961, cuando mi prima Enilda Jacobo,  (fallecida) me exhortó a que buscara una visa de turista en el Consulado norteamericano que funcionaba para la época,  en Santiago de los Caballeros.
Confieso que con poco entusiasmo comencé el proceso con la búsqueda de un pasaporte en la Gobernación de Santiago, ya con el documento en las manos,  mi prima me recomendó enviar con un mensajero,  el pasaporte a la Legación consular, ya que ella se había,  convertido en amiga,  del cónsul estadounidense, que si mal no recuerdo le apodaban Pancho.
Conseguir una visa de paseo en ese tiempo,  era tan fácil,  que en menos de 24 horas tenía cuatro años de visado,  para visitar el continente norteamericano.
Esta estatua de la Libertad ha transformado

 muchas v idas, pero también ha frustrado a otras. 
Porque sueño de tierra libre y acogedora lo 
desmiente la brutal campaña del presidente
 Donald Trump contra los inmigrantes
Estando visadas de paseo,  mis primas Enilda y Carmesa, ambas fallecidas,  se fueron a Nueva York,  y yo quedé en Santiago, esperando una oportunidad a que me recibiera alguien,  cuando llegara a esa gran metrópoli.
 El Angel de la guarda. Hay personas que no creen en la existencia de  seres que protegen al necesitado, pero soy testigo,   de que encontré un ángel  protector,  que me dio salvaguarda desde antes de salir del país,  en noviembre de 1961, hasta que llegué a New York en pleno invierno.
La dama que  que me ayudó y me orientó en Santiago,  era oriunda de Villa González, y vivió en Nueva York durante muchos años en la década del cincuenta.
 Yo no tenía parientes que conociera o recordara para que me alojaran en su casa en Nueva York, pero la  amiga samaritana,  me habló de un  personaje,  oriundo del municipio de San José de las Matas, y específicamente,   de la comunidad de (Cañafistol) y de nombre AD, era el contacto,  que me  iba a recibir, yo no le conocía., tampoco él a mí, pero la dama,  me orientó y me dijo, que cuando llegara al aeropuerto Kennedy, el personaje en cuestión, .  estaría pendiente de mi llegada,  y que preguntaría por mi nombre.
Realicé el anhelado viaje vía Puerto Rico,  y para la época, no había vuelos directos  de American Line  a NYC,  desde República Dominicana.
El vuelo que me conduciría a la ciudad de los rascacielos se retrasó,  un par de horas,  en San Juan, PR, y cuando llegamos a Nueva York , el reloj macaba  algo más de la medianoche.
El anfitrión estuvo en el aeropuerto temprano,  por la noche, pero al ver que no llegó el vuelo programado  a tiempo,  se fue de nuevo a su casa.
Conseguí ,  el número telefónico del amigo AD por vía de la amiga, y desorientado,  en el aeropuerto, y  con mis cachivaches  colgando al hombro, ya de madrugada,  me acerqué a una pareja, porque  la escuché hablando español, le expliqué mi situación,  y asintieron de inmediato a llamar al amigo AD por la vía telefónica.
Respondió al instante, pero le dijo a la persona que le hablaba,  que me dijera que no me desesperara,  porque  el trayecto,  era un poco distante, entre el  condado de El Bronx,  y el Aeropuerto Kennedy, ya entrada la madrugada, y soñoliento,  llegó el amigo, bien abrigado y con otro abrigo de lana  invernal, para el turista,  que terminaba de llegaral continente de la tierra de libertad.
Confieso que me recibió amigablemente,  y durante el trayecto Kennedy-El Bronx, me iba orientando sobre,  el nuevo mundo,  que acababa de descubrir.
El mismo día de mi llegada, me ocurrió,  lo que le pasa,  a todo inmigrante.  cuando llega nuevo a otra tierra,  que no es la suya.
Estos letreros anti-inmigrantes aparecen el 

barrio neoyorquino de Queens y abundan
 por todas partes. Una señal de que vivimos en 
unos Estados Unidos diferentes a lo que 
conocí a mediado del siglo pasado
El amigo quiso  probar mi calidad humana y también mi resistencia, ya instalado en una habitación de su apartamento,  en el 1852 de Jackson  Avenue en el Bronx,  y cerca de la Tercera avenida,  me dio algunas recomendaciones,  la misma mañana en que llegué, antes de que  fuera a su trabajo de cocinero,  en  un restaurante.
­­--Me dijo Mr, aquí la vida es dura--. Tiene que acostumbrarse. Ahí le dejo un poco de cocoa y papas salcochada,  para que se desayune,  y cuando le dé hambre de nuevo,   vuelva y coma.
No le respondí nada.  e hice lo que me recomendó. El placer de consumir papas salcochadas con cocoa,  duró una semana completa, el comía en el restaurante  donde trabajaba y yo no sabía caminar, a pesar de  que llevé 168 dólares,  para pasar los primeros días de mi periplo.
Mi dilecto anfitrión,  no me comentaba nada, tampoco yo le preguntaba, pero sí le hablaba, de  conseguir trabajo rápido, porque quería ganar los primeros dólares, y me dijo, deje que se le vaya el calor del Cibao.
Terminada una semana completa de papas y cocoa, llegó un amigo de AD de nombre José, y me preguntó,  cómo se siente, bien, le dije, y perdone que se lo pregunte de nuevo, pero a dónde come usted todos los días, en ninguna parte,  y le conté,  de la dieta de papas y cocoa.
José se enfureció, y me ofreció su casa para que me mudara  de inmediato, y viviera en familia, se lo agradecí, pero no podía olvidar,  que AD me recibió,  y me fue a buscar al aeropuerto.
José me llevó a comer a un restaurante puertorriqueño,  que estaba a diez o 15 metros de distancia de donde yo vivía.
Era tan grande la ansiedad  de comer arroz, habicuelas y carne, que es la dieta dominicana tradicional, que cuando vi la comida servida tipo buffet, quería de todo lo que había, pero apenas,  pude disfrutar de pollo, arroz amarillo y habichuelas rositas, el estómago,  estaba congestionado,  de papas y cocoa.
Al poco tiempo llegó mi hermano José P, y la estancia  en el apartamento de AD, fue corta y accidentada, un mal entendido amoroso,   entre  mi hermano y AD,  frustró la amistad existente, nos pidió que no mudáramos   y lo hicimos al siguiente día,  del incidente,  y en menos  de 15 días,  nos envió a los agentes de  Inmigración,  donde estábamos viviendo en la calle 21 en  Manhattan,  para que  nos deportaran, pero fracasó,  en el intento, en Inmigración  nos dieron buen trato y nos permitieron resolver nuestra estadía, permitiéndonos buscar los documentos necesarios, hoy soy ciudadano norteamericano desde hace 25 años.
A partir  de esa fecha  1962-63 ese ciclo negativo  de mi vida cambió, comencé a trabajar y a producir el dinero que necesitaba, estudié Periodismo en el Lumen data Institute Inc, y Ciencia Económica y Política,  en la Henry George School, afiliada a la Universidad de Nueva York.
Periodismo en Nueva York-USA: Trabajé en los periódicos: El Tiempo, Ultima hora, Vanguardia, La Voz Hispana, El Mundo de Boston, y las revistas Temas, Bohemia, Pueblo, y decenas de publicaciones locales y estatales desde Panamerican News service.
Fundé la revista Nuevo Mundo, y el Servicio Panamericano de Noticias (Panamerican News Service Inc) a principios de la década de los setenta, específicamente 10 de enero de 1970.).
Nueva York medio siglo después. Era el invierno de 1961, con heladas invernales que nos llegaban a la cintura, comenzamos a vadear la gran metrópolis, tierra de oportunidades  en sus cinco condados de la gran zona metropolitana de Nueva York.
 Había una  abundancia sorprendente. A los trabajadores los agarraban por las manos para que entraran a laborar en las factorías de la gran manzana. Pagaban salarios bajos, pero alcanzaban para cubrir los gastos personales.
Comida barata y abundante. Los mozos que trabajaban en restaurantes lo instaban a alimentarse bien,  para que pudieran cumplir con sus faenas. Recuerdo,  que trabajando en una comunidad de Long Island, como ayudante de cocina en el lavado y trasiego de platos, amenazaron con despedirme, si no me alimentaba a bien,  pues me  servían hasta tres cuarto de un pollo horneado para que me lo comiera, apenas si podía ingerir, un muslo y quizás algo más, pero la comida que se perdía,  era mayor a la que se consumía, hoy es distinto y el costo de la vida se disparó a niveles insoportables. (PNS).

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