La Pluma de Luis Godofredo Pichardo
Nueva York de los sesenta al siglo XXI en el éxodo migratorio dominicano
La Colonia dominica del 1961. Testigo
del tiempo he sido yo, y sigo observando los cambios bruscos que se están
registrando en la humanidad y en la sociedad neoyorquina.
En Nueva York, pregunté a dirigentes del exilio dominicano, que huían de
la dictadura trujillista, sobre el volumen de la población dominica de la
época, me confirmaron la cifra de 13 mil.
Creció el volumen imparable hasta, colocarse en algo menos
de medio millón en alrededor de 10 años en la década del sesenta, esa cifra se registraba antes de la Revolución de 1965, fue a
partir de esa fecha que se inició un éxodo permanente, en el que se mezcló a mansos y cimarrones, es decir, a gente buena y respetuosa y a delincuentes que
se engancharon a la Revolución, porque no tenían otro lugar donde pernoctar en la sociedad dominicana.
Actualmente, la ciudad de los rascacielos registra cerca de un millón de dominicanos legalizados como ciudadanos o residentes, y otros tantos que están en un limbo a la espera de una amnistía, con los dominicanos, esperan otros 14 millones de indocumentados de diversas naciones que claman por una reforma inmigratoria.
Actualmente, la ciudad de los rascacielos registra cerca de un millón de dominicanos legalizados como ciudadanos o residentes, y otros tantos que están en un limbo a la espera de una amnistía, con los dominicanos, esperan otros 14 millones de indocumentados de diversas naciones que claman por una reforma inmigratoria.
Los dominicanos residentes en Nueva York
superaron a los puertorriqueños, llegando a cerca
de 800 mil legalizados como ciudadanos o residentes
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Confieso que con poco entusiasmo comencé el proceso con
la búsqueda de un pasaporte en la Gobernación de Santiago, ya con el documento
en las manos, mi prima me recomendó
enviar con un mensajero, el pasaporte a
la Legación consular, ya que ella se había, convertido en amiga, del cónsul estadounidense,
que si mal no recuerdo le apodaban Pancho.
Conseguir una visa de paseo en ese tiempo, era tan fácil, que en menos de 24 horas tenía cuatro años de
visado, para visitar el continente
norteamericano.
Estando visadas de paseo, mis primas Enilda y Carmesa,
ambas fallecidas, se fueron a Nueva York,
y yo quedé en Santiago, esperando una
oportunidad a que me recibiera alguien, cuando llegara a esa gran metrópoli.
El Angel de la guarda. Hay personas que no creen en la existencia de seres que protegen al necesitado, pero soy
testigo, de que encontré un ángel protector, que me dio salvaguarda desde
antes de salir del país, en noviembre de 1961, hasta que llegué a New York en
pleno invierno.
La dama que que me ayudó y me orientó en Santiago, era oriunda de Villa González, y vivió en
Nueva York durante muchos años en la década del cincuenta.
Yo no tenía
parientes que conociera o recordara para que me alojaran en su casa en Nueva
York, pero la amiga samaritana, me habló
de un personaje, oriundo del municipio de
San José de las Matas, y específicamente, de la comunidad de (Cañafistol) y de nombre
AD, era el contacto, que me iba a
recibir, yo no le conocía., tampoco él a mí, pero la dama, me orientó y me dijo,
que cuando llegara al aeropuerto Kennedy, el personaje en cuestión, . estaría pendiente de mi llegada, y que
preguntaría por mi nombre.
Realicé el anhelado viaje vía Puerto Rico, y para la época, no había vuelos directos de American
Line a NYC, desde República
Dominicana.
El vuelo que me conduciría a la ciudad de los rascacielos
se retrasó, un par de horas, en San Juan,
PR, y cuando llegamos a Nueva York , el reloj macaba algo más de la medianoche.
El anfitrión estuvo en el aeropuerto temprano, por la
noche, pero al ver que no llegó el vuelo programado a tiempo, se fue de nuevo a su casa.
Conseguí , el
número telefónico del amigo AD por vía de la amiga, y desorientado, en el aeropuerto, y con mis cachivaches colgando al hombro, ya de madrugada, me acerqué a una pareja,
porque la escuché hablando español, le
expliqué mi situación, y asintieron de inmediato a llamar al amigo AD por la vía
telefónica.
Respondió al instante, pero le dijo a la persona que le
hablaba, que me dijera que no me
desesperara, porque el trayecto, era un poco distante, entre el condado de El Bronx, y el Aeropuerto Kennedy, ya entrada la madrugada, y soñoliento, llegó el amigo, bien abrigado
y con otro abrigo de lana invernal, para el turista, que terminaba de llegaral continente de la tierra de libertad.
Confieso que me recibió amigablemente, y durante el
trayecto Kennedy-El Bronx, me iba orientando sobre, el nuevo mundo, que acababa de descubrir.
El mismo día de mi llegada, me
ocurrió, lo que le pasa, a todo
inmigrante. cuando llega nuevo a otra tierra, que no es la suya.
El amigo quiso
probar mi calidad humana y también mi resistencia, ya instalado en una
habitación de su apartamento, en el 1852 de Jackson Avenue en el Bronx, y cerca de la Tercera avenida, me dio algunas recomendaciones, la misma mañana en que llegué, antes de que fuera a su trabajo de cocinero, en un
restaurante.
--Me dijo Mr, aquí la vida es dura--. Tiene que
acostumbrarse. Ahí le dejo un poco de cocoa y papas salcochada, para que se
desayune, y cuando le dé hambre de nuevo, vuelva y coma.
No le respondí nada. e hice lo que me recomendó. El placer
de consumir papas salcochadas con cocoa, duró una semana completa, el comía en
el restaurante donde trabajaba y yo no
sabía caminar, a pesar de que llevé 168
dólares, para pasar los primeros días de mi periplo.
Mi dilecto anfitrión, no me comentaba nada, tampoco yo le
preguntaba, pero sí le hablaba, de conseguir trabajo rápido, porque quería ganar los
primeros dólares, y me dijo, deje que se le vaya el calor del Cibao.
Terminada una semana completa de papas y cocoa, llegó un
amigo de AD de nombre José, y me preguntó, cómo se siente, bien, le dije, y perdone que
se lo pregunte de nuevo, pero a dónde come usted todos los días, en ninguna parte, y le conté, de la dieta de papas y cocoa.
José se enfureció, y me ofreció su casa para que me
mudara de inmediato, y viviera en familia,
se lo agradecí, pero no podía olvidar, que AD me recibió, y me fue a buscar al
aeropuerto.
José me llevó a comer a un restaurante puertorriqueño, que estaba a diez o 15 metros de distancia de
donde yo vivía.
Era tan grande la ansiedad de comer arroz, habicuelas y carne, que es la dieta dominicana tradicional, que
cuando vi la comida servida tipo buffet, quería de todo lo que había, pero
apenas, pude disfrutar de pollo, arroz
amarillo y habichuelas rositas, el estómago,
estaba congestionado, de papas y cocoa.
Al poco tiempo llegó mi hermano José P, y la estancia en el apartamento de AD, fue
corta y accidentada, un mal entendido amoroso, entre mi hermano y AD, frustró la amistad existente, nos pidió que no
mudáramos y lo hicimos al siguiente día, del incidente, y en menos de 15 días, nos envió a los agentes de Inmigración, donde estábamos viviendo en la calle 21 en Manhattan, para que nos deportaran, pero fracasó, en el intento, en
Inmigración nos dieron buen trato y nos
permitieron resolver nuestra estadía, permitiéndonos buscar los documentos necesarios, hoy soy ciudadano norteamericano desde hace 25 años.
A partir de esa
fecha 1962-63 ese ciclo negativo de mi vida cambió, comencé a trabajar y a
producir el dinero que necesitaba, estudié Periodismo en el Lumen data Institute
Inc, y Ciencia Económica y Política, en la Henry George School, afiliada a la
Universidad de Nueva York.
Periodismo en Nueva York-USA: Trabajé en los periódicos: El Tiempo, Ultima hora, Vanguardia, La Voz Hispana, El Mundo de Boston, y las revistas Temas, Bohemia, Pueblo, y decenas de publicaciones locales y estatales desde Panamerican News service.
Fundé la revista Nuevo Mundo, y el Servicio
Panamericano de Noticias (Panamerican News Service Inc) a principios de la
década de los setenta, específicamente 10 de enero de 1970.).
Nueva
York medio siglo después. Era el invierno de 1961, con heladas invernales que nos
llegaban a la cintura, comenzamos a vadear la gran metrópolis, tierra de
oportunidades en sus cinco condados de la gran zona metropolitana de Nueva York.
Había
una abundancia sorprendente. A los
trabajadores los agarraban por las manos para que entraran a laborar en las
factorías de la gran manzana. Pagaban salarios bajos, pero alcanzaban para
cubrir los gastos personales.
Comida barata y abundante. Los mozos que
trabajaban en restaurantes lo instaban a alimentarse bien, para que pudieran cumplir con sus faenas.
Recuerdo, que trabajando en una
comunidad de Long Island, como ayudante de cocina en el lavado y trasiego de
platos, amenazaron con despedirme, si no me alimentaba a bien, pues me servían hasta tres cuarto de un pollo horneado
para que me lo comiera, apenas si podía ingerir, un muslo y quizás algo más,
pero la comida que se perdía, era mayor
a la que se consumía, hoy es distinto y el costo de la vida se disparó a
niveles insoportables. (PNS).
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